Carlos Salinas de Gortari

ESTRUCTURA SOCIO ECONÓMICA DE MÉXICO: 1988-1994 CARLOS SALINAS DE ... CARLOS SALINAS DE GORTARI


Presidente de la República  (1988-1994)
Mandato: 01 de Diciembre de 1988 a 30 de noviembre de 1994
Nacimiento: 3 de abril de 1948 (edad 72 años), Ciudad de México
Defunción:----
Partido: Partido Revolucionario Institucional 
Profesión: Político economista 

En octubre de 1987, el PRI presentó su candidatura a la presidencia de la República para las elecciones de julio de 1988 y, tras una larga campaña electoral en la que encontró sobre todo la oposición de sindicatos y líderes del movimiento obrero que recelaban de su programa económico, Carlos Salinas de Gortari logró la victoria y se proclamó presidente de los Estados Unidos de México para el sexenio 1988-1994. Durante la ceremonia de investidura, celebrada el 1 de diciembre, anunció los asuntos principales de su agenda política, entre ellos la reducción de la deuda externa, el incremento de los niveles económicos del país y la lucha contra la corrupción y la violencia.


Restablecimiento de relaciones diplomáticas México y la Santa Sede

21 de septiembre: Se establecen las relaciones entre México y el ...

Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el Congreso modificó la Constitución para dar cabida al reconocimiento jurídico de las Iglesias, bajo la fórmula de Asociaciones Religiosas, y Juan Pablo II, desde enero de 1979, manifestó su deseo de comenzar relaciones formales. Tras fuertes debates, México reformó en 1992 el marco jurídico y aprobó una nueva Ley reglamentaria. La discusión se hizo sobre tres premisas:

 1) Separación entre el Estado y las Iglesias.
 2) Educación laica.
3) Libertad de creencias. 
Cuál es el estado más católico y por qué cada vez menos personas ...
Las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede transitaron por un sinuoso camino a lo largo del siglo XIX. Como diversos autores han mostrado, las posturas de los eclesiásticos respecto de la situación política, social, económica y jurídica del México independiente fueron diversas. Al igual que en varios países europeos y latinoamericanos, en las primeras décadas de la centuria, un importante sector de eclesiásticos propuso la adaptación de la Iglesia católica a las nuevas circunstancias políticas, abrazando la emancipación del país y la construcción del Estado independiente desde múltiples lecturas de los planteamientos liberales, como parte de un plan providencial que confirmaba a México como una nación católica.



En la mira de las nuevas definiciones estuvieron la evaluación de las relaciones diplomáticas del Estado mexicano con la Santa Sede y la propia organización de la Iglesia mexicana. El concordato, como acuerdo que pactaría los términos formales de la relación entre el papado y el gobierno fue un objetivo al que aspiraron los gobiernos independientes; sin embargo, resultó difícil de lograr en los años posteriores a la emancipación. Uno de los obstáculos fue la negativa de la Santa Sede, bajo fuertes presiones internacionales, a aceptar la emancipación de los territorios americanos. La Constitución política de 1824, que afirmaba a la religión católica como la única lícita en el país, no alcanzó para lograr un acercamiento formal entre el presidente Guadalupe Victoria y el papa León XII, particularmente cuando se venían publicando documentos pontificios como la encíclica Esti jam diu, que en el mismo año de la promulgación constitucional instaba a los obispos de América a rechazar la independencia de los territorios americanos.



Para los distintos sectores del clero y el gobierno mexicanos, el problema eclesiástico se vinculaba inevitablemente con la formación del Estado mexicano, como reflejaban los debates en torno al republicanismo, federalismo y liberalismo, que incluyeron proyecciones particulares de la relación, no sólo del gobierno mexicano con el clero, sino de la propia

Iglesia mexicana con el papado. Varios eclesiásticos se pronunciaron por la formación de una "Iglesia federalista" que lograra apoyar la consolidación de la república mexicana "fortaleciendo las iglesias nacionales dentro de la iglesia universal, potenciando a obispos y curas dentro de las estructuras eclesiásticas nacionales, y reconociendo una legítima voz ciudadana dentro de la feligresía católica".


Estas tensiones se sumaron a la presión que, desde Europa, constriñó a la Santa Sede a mantener una postura de condena a la emancipación mexicana. Los intentos formales por lograr una negociación diplomática formal darían comienzo en 1824, con el envío de monseñor Francisco Pablo Vázquez, como representante del gobierno mexicano ante la Santa Sede. A pesar de que no fue recibido oficialmente por la jerarquía romana, una serie de acuerdos pragmáticos solventaron aspectos relacionados con el patronato. Uno de los más significativos fue la renovación del episcopado, prerrogativa central en el ejercicio del patronato. La falta de obispos -unos por muerte y otros por exilio- hizo más urgente resolver ese problema. Anne Staples, Roberto Gómez Ciriza y Guillermo Margadant muestran que la cuestión de las investiduras episcopales se resolvió con el acuerdo tácito entre el clero y el gobierno.10 El presidente Vicente Guerrero pactó con los cabildos eclesiásticos la presentación de los candidatos a ocupar las vacantes ante la Santa Sede. A través de una serie de intrincadas negociaciones, el representante Francisco Pablo Vásquez logró que, en 1831, Gregorio XVI, recién nombrado papa, invistiera como obispos a los candidatos mexicanos.




No fue sino hasta 1836, que la Santa Sede reconoció la independencia de México, pero sin haber negociado el patronato, en un contexto donde la proyección del pacto clero-gobierno a favor del republicanismo federal iba quedando cada vez más lejano. A ello habían contribuido los intentos reformistas radicales que afirmaban la sumisión de la Iglesia frente al Estado, particularmente durante el gobierno de Valentín Gómez Farías tres años antes, cuando se declaró que el patronato residía esencialmente en la nación, y se aprobó una serie de medidas, como la supresión en la coacción civil para garantizar el pago del diezmo.

La guerra con Estados Unidos fue otro episodio que generó una serie de tensiones derivadas, no de un desencuentro ideológico, sino de la disposición de los bienes 

eclesiásticos. Como se ha mostrado, la jerarquía mexicana coincidió con el gobierno civil en la necesidad de detener la invasión extranjera, pero el proceso de negociación que siguieron las autoridades civiles para hacerse de los recursos eclesiásticos y financiar la guerra no resultó el más adecuado. De las solicitudes de préstamos iniciales, donde la jerarquía se manifestó conforme con apoyar al gobierno civil para detener los peligros de la invasión y la llegada del protestantismo, se pasó a la exigencia de cantidades cada vez más grandes que el clero trató de negociar. Sin poder organizar una respuesta satisfactoria a las exigencias monetarias del gobierno, la jerarquía se inconformó por las demandas que llegaron a su punto culminante con el decreto de ocupación de bienes eclesiásticos en enero de 1847, para obtener 15 millones de pesos que, en aquel momento, demandaba el gobierno de Antonio López de Santa Anna.

A inicios de la década de 1860, el partido conservador y una nueva generación de obispos mexicanos lograron avivar y madurar el proyecto de un gobierno monárquico, retomando la propuesta de entronizar en México a una casa real extranjera que, desde 1840, habían ventilado con mayor vigor personajes como José Joaquín Gutiérrez de Estrada.15 El principal gestor diplomático del proyecto monárquico fue Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos quien, desde mediados de 1855, ocupaba el cargo de obispo de Puebla. Al igual que varios obispos, pasó de la apertura y simpatía hacia las posturas liberales a la ascendente reticencia a aceptar la legislación promulgada por los poderes de la república, en tanto afectaba directamente la situación jurídica y los espacios de representación política y social del clero, además de los intereses económicos de la Iglesia. Su posicionamiento y actividades al frente de la diócesis de Puebla le valieron su primera expulsión del país en 1856.16


Desde su exilio en Europa, Labastida se destacó como uno de los principales líderes de la Iglesia mexicana, al adquirir una influencia notable en la curia romana que le hizo protagonista central de las fallidas negociaciones del papado con la república liberal y, posteriormente, con el gobierno conservador del general Félix Zuloaga, del que formó parte como ministro plenipotenciario ante la Santa Sede. Decretada la separación Estado-Iglesia en 1859, las negociaciones con el gobierno liberal quedaron suspendidas.




En ese contexto y desde su exilio, el obispo La bastida intentó contener el problema político de México, convencido de que la monarquía era la solución a los problemas del país y de la Iglesia. Hacia 1861, inició una ardua labor para gestionar el apoyo del papa Pío IX y de Napoleón III al proyecto monárquico, así como para convenir un acuerdo con el candidato a ocupar el imperio mexicano.18 Nombrado arzobispo de México y regente provisional del segundo imperio, regresó a México en 1863, en medio del entusiasmo por la posibilidad de que la monarquía resolviera los asuntos pendientes con la Santa Sede. Empero, la realización de un concordato con el imperio fue cada vez más lejana a partir de las medidas tomadas por Maximiliano de Habsburgo en materia eclesiástica, una notable decepción para las expectativas de Roma.19 Tras la derrota del segundo imperio en 1867, Labastida salió de nueva cuenta al exilio, sin haber logrado un pacto formal entre el gobierno mexicano y el papado.

En un escenario mundial marcado por el ascenso y la consolidación de los Estados nacionales que, en su nueva configuración, replanteaban sus relaciones con la Iglesia católica desde posiciones que constreñían su antigua organización y prerrogativas, las perspectivas de la jerarquía romana cambiaron hacia una fuerte intransigencia conservadora que declaraba la guerra a las ideologías y los sistemas políticos modernos. La unificación italiana culminaba hacia 1870, cuando Roma y el resto de los territorios pontificios decidieron su anexión al reino de Italia. Al año siguiente, una ley de garantías reconocía al papa como un soberano, pero con residencias y rentas específicas, que fueron rechazadas por Pío IX, quien a partir de ese momento se consideró preso en el Vaticano.


Estos acontecimientos influyeron para consolidar en las posturas intransigentes ultramontanas que acabaron por imponerse a las que proponían una conciliación con los cambios modernos. El avance de las posiciones intransigentes se hizo notorio durante la celebración del Concilio Vaticano I convocado en 1869. Las cuatro reuniones conciliares, que concluyeron en 1870, marcaron lineamientos generales en busca de la unidad de la Iglesia católica mundial, que encontró en la definición dogmática de la infalibilidad y primado del romano pontífice un recurso para afirmar la presencia de las instituciones eclesiásticas en el mundo secular.


A partir de entonces, el papado tuvo una nueva posición en el plano internacional desde el Vaticano, que fue reafirmado como centro de la catolicidad mundial. Desde ahí, debió organizar la reconfiguración de sus relaciones políticas, sociales y económicas, para hacer frente al avance de la secularización del poder político y de la esfera pública. Esta propuesta, que sería conocida como catolicismo social, buscaba crear una nueva sociedad católica, a través de "la revitalización de la llamada civilización cristiana". Para tal fin, se promovió



"un movimiento de extensos alcances que pretendía crear una opción social y política sustentada por la Iglesia y donde fuera ésta la fuente de legitimidad y de inspiración. Fue con esta mentalidad que todo lo adjetivaron con el epíteto de católico: la economía, la sociología, la escuela, la acción social, la política, los partidos, los sindicatos, las escuelas, el deporte, la medicina, el arte y hasta el incipiente cinematógrafo".

Este proyecto hecho desde el Vaticano tuvo una recepción particular en cada país y permitió la formación de proyectos eclesiásticos locales que lo hicieron específico. En México, la experiencia política dejada por los duros años de la Reforma fortaleció entre la jerarquía la formación de proyectos eclesiásticos que, inspirados en los dictados de Roma, se propusieron trabajar en beneficio de la restauración de las bases católicas que habían sido minadas por largos años de guerra, división política y social y abandono pastoral por parte de la clerecía.



Asesinato de Luis Donaldo Colosio

25 años del magnicidio que transformó a México: Luis Donaldo Colosio
La muerte de Colosio, candidato del entonces gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) desató una crisis política con algunos episodios violentos. Uno de ellos fue el asesinato, en septiembre de ese año, del secretario General del PRI Francisco Ruiz Massieu, excuñado del presidente Carlos Salinas de Gortari.
El magnicidio ocurrió por la tarde. Luis Donaldo Colosio, candidato oficialista a la presidencia de México, se abre paso entre una multitud tras concluir un evento político en Tijuana, Baja California.
De pronto alguien acerca una pistola a la cabeza del político y dispara. Colosio se desploma. El presunto homicida, Mario Aburto, es detenido. En los siguientes minutos sólo hay desorden, hasta que los guardias logran llevarlo a un hospital. Horas después es declarado muerto.
Juntando cabos sueltos del asesinato de Colosio; lo que me consta ...Fue el 23 de marzo de 1994. Ese miércoles México empezó a cambiar. El país, coinciden especialistas, entró en un proceso de violencia que, 26 años después, todavía no cesa. México terminó en 1994 con una profunda crisis política, conocida en el país como “el error de diciembre” aunque a nivel internacional se le llamó “Efecto Tequila”.


Luis Donaldo Colosio estaba destinado a gobernar México. Si bien su campaña se había complicado por el alzamiento zapatista, y por las reticencias de Manuel Camacho para apoyarlo, lo cierto es que no existían elementos para pensar que podía ser derrotado por Diego Fernández de Cevallos o por Cuauhtémoc Cárdenas. Por eso su muerte, a balazos, cobra un cariz todavía más trágico y desata especulaciones, aunque la investigación de la PGR haya determinado que su asesino, Mario Aburto, actuó de modo solitario.

En efecto, la indagatoria es una de las más elaboradas y sólidas en la historia del país y se realizó, en la etapa en que estuvo a cargo de Luis Raúl González Pérez, de una forma profesional y meticulosa. Es más, buena parte de estos trabajos son públicos. Inclusive se desarrolló una línea que profundizó sobre el entorno político, lo que en los años noventa era una novedad, para indagar a fondo en las corrientes, grupos y clanes que pudieran haber participado en el magnicidio.


Referencias

Cantú, G. M. (2015). Gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado. En Historia de México, legado historico y pasado reciente (págs. 352-353). México: PEARSON.


Forbes, I. (2018, octubre 10). Luis Donaldo Colosio: los años y la transparencia •. Recuperado 28 de mayo de 2020, de https://www.forbes.com.mx/luis-donaldo-colosio-los-anos-y-la-transparencia/


Najar, A. (2019, marzo 22). El asesinato de Luis Donaldo Colosio, el magnicidio que desató la espiral de violencia que padece México. Recuperado 23 de mayo de 2020, de https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47599393

Historia de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede. (2019, septiembre 20). Recuperado 28 de mayo de 2020, de https://desdelafe.mx/noticias/iglesia-en-mexico/historia-de-las-relaciones-diplomaticas-entre-mexico-y-la-santa-sede/ 

México católico. (2018, octubre 17). [Fotografía]. Recuperado de https://img.culturacolectiva.com/cdn-cgi/image/f=auto,w=1600,q=80,fit=contain/featured_image/2018/10/17/1539804674800/virgen-de-guadalupe.png


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