Miguel de la Madrid
Miguel de la Madrid
Presidente de la República (1982-1988)
Mandato: 1 diciembre 1982 - 1 diciembre 1988
Nacimiento: Colima, estado de Colima, 12 diciembre 1934
Defunción: Ciudad de México, DF, 1 abril 2012
Partido político: Partido Revolucionario Institucional (PRI)
Profesión: Profesor de Derecho y funcionario de finanzas
El período presidencial en México de Miguel de la Madrid, entre 1982 y 1988, comenzó con una severa inclemencia económica y terminó con el escándalo político que provocó la elección de su sucesor designado, Carlos Salinas, frente al aspirante izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas, quien elevó convincentes denuncias de fraude. El sexenio presentó aspectos de transición en el apartado económico, con numerosas medidas anticrisis que prefiguraron las grandes transformaciones liberales de los años siguientes, pero no avanzó ninguna reforma democratizadora del sistema político, omisión que alentó el cisma de la disidencia cardenista y a la postre el final de la larga hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En política exterior, el mandatario fue uno de los artífices del Grupo de Contadora, que intentó pacificar los conflictos centroamericanos.
Miguel de la Madrid |
Formación de la oposición
La derrota de la cuarta parte de los aspirantes a diputados
del PRI en un solo golpe vino a romper una de las reglas de oro del
sistema electoral mexicano: la casi absoluta certeza de que los candidatos
del PRI vencerán. En este aspecto residía una de las claves de la
estabilidad del sistema de partido hegemónico. El bloque en el poder había
encontrado la manera de satisfacer al mismo tiempo dos objetivos políticos que
en principio son contradictorios: garantizar el triunfo a casi todos los
candidatos oficiales e incorporar un número creciente de opositores a los
cargos de elección popular.
El sistema había logrado que la oposición tuviera
representación, sin que el PRI perdiera, a través de una serie de
reformas a los métodos de escrutinio que dividían la composición de la Cámara
en dos partes: una parte era disputada entre el PRI y la oposición, y
la otra se reservaba exclusivamente a la oposición, sin que el PRI participara.
Así, en un segmento del sistema electoral, el PRI obtenía
“carro completo” (es decir, “ganaba de todas, todas”) y daba acceso a la
oposición a través del otro segmento del sistema. A través de diversas fórmulas
electorales implantadas entre 1964 y 1985, el sistema pudo incorporar 510
diputados federales opositores con un costo ínfimo para el PRI: 484 de los
diputados de partidos minoritarios ingresaron a la Cámara sin haber derrotado a
un contrincante priista. Es decir, apenas el 1.4% de los aspirantes a diputado
del partido oficial fue derrotado. La diferencia es notable: en 1988, uno de
cada cuatro candidatos del partido oficial conoció la amargura de la derrota.
Este arreglo no sólo jugaba un papel importante en la
reproducción del sistema al asegurarle la permanencia de una oposición
partidaria, también era clave en el mantenimiento de la disciplina del partido
oficial: un partido que no pierde fácilmente se escinde. En este aspecto,
al contener el faccionalismo en el PRI, el sistema institucional
también contenía otros controles. La estrategia básica para reducir las
probabilidades de escisión en el PRI consistió en incluir en el marco
institucional una serie de leyes y normas que prácticamente dejaban a los
disidentes priistas sin alternativas políticas.
Estas limitaciones a la disidencia política se establecieron
tras los desprendimientos electorales que el PRI sufrió en 1946 y
1952. A consecuencia de ello, el sistema de autorización de partidos fue
modificado para que los disidentes priistas en el proceso de nominación de sus
candidatos, especialmente el presidencial, no pudieran formar su propio partido
y participar en las elecciones. Una de las claves
políticas que distinguieron a la elección de 1988 fue, precisamente, el hecho
de que la disidencia priista alrededor de la sucesión presidencial, que fue más
intensa que en las últimas cinco ocasiones, logró encontrar el camino político
para organizarse como alternativa electoral.
“Encontrar el camino” de la participación electoral no fue
sencillo. Por el contrario, requirió la conjunción de aciertos y errores. Esto
es, el montaje de la Campaña política cardenista fue posible gracias a que la
conducción estratégica del cardenismo fue excelente, pero también gracias a que
el gobierno cometió una serie de errores graves, o al menos gracias a que
realizó reformas institucionales que tuvieron efectos inesperados. Entre éstas,
estuvo la modificación a la integración de los órganos de vigilancia y
organización electoral, principalmente la Comisión Federal Electoral, que
centraliza la mayor parte de las decisiones importantes durante el proceso
electoral, desde su inicio hasta la integración de los Colegios Electorales. La
Comisión Federal Electoral, hasta antes de la reforma legal de 1987, se
integraba con el secretario de Gobernación, un diputado y un senador (los tres
eran priistas), más un representante de cada partido (incluido el PRI).
Esta integración obligaba al PRI a contar con el apoyo de algunos
partidos opositores, pues los votos priistas en la Comisión no eran mayoría (en
1985, por ejemplo, el PRI contaba con 4 de 11 votos).
Consecuentemente, el apoyo de esos partidos tenía costos para el PRI, y
por ello decidieron cambiar las reglas del juego.
La reforma de 1987 modificó esa situación radicalmente, al
otorgar al PRI 19 de 32 votos. El hecho de que los votos de algunos
partidos opositores dejaran de ser necesarios sin duda alarmó a los líderes de
los partidos que comúnmente votaban con el PRI. Si de un plumazo habían
dejado de ser imprescindibles, de un plumazo podrían desaparecer. Este cambio
contribuyó notablemente a su alejamiento del PRI y fue clave en la
determinación antipriista que esos partidos asumieron durante el proceso
1987-1988. En pocas palabras, si los partidos que normalmente apoyaban al PRI, al
grado de ser conocidos en la jerga política como “partidos paraestatales”,
decidieron desafiar a su antiguo aliado, fue porque éste envió fuertes señales
de ya no querer la alianza. La ruptura de alianzas que propició el PRI en
1986 fue lo que permitió a Cárdenas participar en la elección de 1988; al
respecto, no debe olvidarse que ni el gobierno ni los partidos paraestatales
podían prever en 1986 la escisión de 1988. Recuérdese que en ese entonces,
1986, Cárdenas era todavía gobernador de Michoacán y aún no se había formado la
Corriente Democrática, que después inició el movimiento disidente en el PRI.
Por lo que corresponde a los efectos que el resultado
electoral de 1988 tuvo en la Cámara de Diputados como órgano de gobierno y de
establecimiento de políticas públicas, la elección de 1988 arrojó una merma
neta de poder al PRI porque, también por primera vez en su historia,
el partido oficial no logró integrar en el Congreso una bancada suficientemente
grande para alcanzar por sí solo las dos terceras partes que la Constitución
exige para aprobar una reforma constitucional. En este
sentido, los resultados de 1988 sí mellaron el poder del partido oficial y
sobre todo el de su líder, el Presidente, pues el control casi absoluto del
Congreso que el Presidente había ejercido a través del partido desde los años
cuarenta es la condición necesaria del presidencialismo. Sin ese control, que
existe porque un partido único controla totalmente el poder legislativo, el
Presidente no se hubiera podido convertir en el principal legislador en México,
si no es que en el único.
Esta situación se modificó en algún grado tras los
resultados de 1988: si el gobierno deseaba reformar el texto constitucional,
tendría que allegarse el apoyo de alguno de los bloques opositores y cuidar la
unidad y disciplina de su propia bancada. Al respecto, no debe menospreciarse
la limitación de no poder reformar discrecionalmente la Constitución. Para
entender esto, bastaría recordar que los gobiernos priistas han recurrido
sistemáticamente al expediente de reformar la Constitución, por lo que no
era descabellado pensar que la nueva situación era vista por el gobierno de
Salinas como una severa limitación. De hecho, a pesar de esta limitación, el
gobierno de Salinas recurrió al expediente de modificar la Constitución en dos
ocasiones durante el primer año de su administración: primero, para reformar el
sistema electoral; después, para reprivatizar la banca que el gobierno de José
López Portillo estatizó siete años antes. En ambos casos, tuvo que recurrir al
apoyo del pan, sin cuya aprobación ambas reformas hubieran sido
imposibles.
La reforma electoral forma parte del tercer aspecto crítico
del proceso político de 1988, particularmente en el momento de calificación de
las elecciones de la Cámara de Diputados y del presidente de la República. Las
elecciones de la Cámara de Diputados son calificadas por un Colegio Electoral,
integrado con todos los candidatos que presuntamente ganaron la elección, cuyas
resoluciones tendrán el carácter de definitivas e inatacables. La Cámara
de Diputados así instalada procede de inmediato a calificar la elección
presidencial.
Estas provisiones constitucionales y la laxitud de las leyes
reglamentarias respectivas, dan lugar a que el partido o coalición de partidos
que disponga de mayoría absoluta en el Colegio esté en posición de revisar,
modificar o sostener los resultados electorales parciales de manera
prácticamente irrestricta e impune. Como el PRI había controlado
siempre más del 60% de los miembros del Colegio, ante una oposición muy
fragmentada, el Colegio Electoral funcionó históricamente como el último
bastión del sistema de partido hegemónico.
Sin embargo, como el PRI sufrió una escisión
importante en 1988, y como la mayoría del PRI en el Colegio Electoral
de 1988 se redujo sensiblemente, el mismo carácter impune del control político
del Colegio Electoral se convirtió en una amenaza: la escisión que precedió la
elección del 6 de julio, y que amenazaba con prolongarse hasta las discusiones
del Colegio Electoral, hizo que surgiera prominentemente la posibilidad de que
una coalición opositora apoyada por defecciones o ausencias priistas lograse el
control del Colegio Electoral, y con ello su completa discrecionalidad
para revisar y modificar resultados electorales. En pocas palabras, si la
escisión del PRI se profundizaba en el Colegio Electoral, los
resultados preliminares de la elección podían modificarse. El desenlace en ese
caso hubiera sido la anulación de los comicios.
Lo que importa destacar aquí es que la probabilidad de que
una escisión tuviera lugar era afectada por el margen de la mayoría priista:
un defector potencial estaría más inclinado a cruzar las líneas
partidarias mientras mayor fuese la posibilidad de que su defección resultase
decisiva en la redefinición de la mayoría. Por eso, para el PRI cada
fracción de punto porcentual en la votación de la Cámara de Diputados era
importante. Para entender esto, es necesario detenerse, aunque sea brevemente,
a revisar la forma en que se integraba la Cámara de Diputados en 1988.
El sistema electoral mexicano se reformó para las elecciones
de 1988 con objeto de asegurar al PRI una mayoría absoluta en la
Cámara de Diputados, aun en el caso de que ganase menos de 251 diputaciones de
mayoría relativa o de que su votación cayese por debajo del 51% de la votación. Esto
se logró estableciendo explícitamente una cláusula que señalaba que si el
partido ganador (que para los legisladores no podía ser otro que el PRI)
no obtenía el 51% de la votación, le serían asignadas 251 diputaciones de las
500 que componen la Cámara.
La ley establecía dos fórmulas electorales diferentes para
integrar la Cámara de Diputados: una se aplicaba solamente al partido ganador, la
otra a los demás partidos. El procedimiento para determinar el número de
diputaciones que corresponderían al partido ganador era bastante complejo, por
lo que aquí se expondrá de una manera más didáctica que la utilizada en el
texto constitucional. El método se puede simplificar como dos reglas generales
y tres excepciones.
Regla del partido ganador: “Al partido ganador lo que le
corresponde”. Al partido ganador le corresponde un porcentaje de diputados en
la Cámara de Diputados igual al porcentaje de la votación nacional efectiva que
obtenga. Este número se integra con todos los candidatos de ese partido
que hayan obtenido mayorías relativas en los distritos uninominales, más tantos
diputados de listas regionales como sean necesarios para completar su total. En
esta hipótesis, que corresponde al tramo intermedio de la, el que va desde 51%
de la votación hasta 70% de los votos, la representación del partido ganador en
la Cámara sería perfectamente proporcional.
Fraude electoral de 1988
El 6 de julio de 1988 se llevo a cabo las elecciones federales en la cual hubo mucha inconformidad por parte de la parte opositora ya que había la sospecha de que estaban modificando los votos por conveniencia del gobierno, ese mismo día el 6 de julio los medios de comunicación informaron que todo lo que se estaba haciendo era legal y que se seguía todas las leyes para hacer de esa elección justa, sin embargo las personas afuera hacían protestas por justicia, tanta fue la protesta de que querían justicia que después se tuvo que anunciar que el centro de cómputo de los votos había sufrido una caída y del lado opositor se manifestó a las autoridades González Casanova y Jorge Cárdenas (siglo XXI): cuando los candidatos de oposición fueron informados de lo que estaba ocurriendo, decidieron manifestar su inconformidad ante las autoridades electorales. Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra se presentaron ante la comisión Federal Electoral. El propósito de los candidatos era entregar un documento que titularon “llamado a la legalidad”
Seguidamente, para la próxima semana, el día 13 de julio salieron a relucir estos resultados, cuyo porcentaje es expresado en el libro “Historia de México, legado histórico y pasado reciente” el cual indicaba que “Carlos Salinas de Gortari obtuvo 50.36% de los votos; Cuauhtémoc Cárdenas 31.12%; Manuel J. Clouthier 17.06%; Gumersindo Magaña 1.04%, y Rosario Ibarra de Piedra 0.42%.
Sin embargo los resultados fueron sorpresivos para muchos, primeramente porque por el alto nivel de abstencionismo, sobre todo por las movilizaciones políticas en masa que se presentaron en las campañas, en segunda, la popularidad que alcanzo Cuauhtémoc Cárdenas, y por ultimo llamo la atención la pérdida de votos del PRI, pues en 1982 obtuvo un 70.99% de votos mientras que en 1988 tuvo el 50.36%.
A pesar de que la publicidad oficial de los resultados se centró en la afirmación de que Salinas de Gortari había obtenido el 50.74% de los votos, en realidad obtuvo, oficialmente, poco menos de 49%. La diferencia entre una y otra cifra se debe a que los datos oficiales publicitados omitieron el cómputo de poco más de 700 000 votos oficialmente computarizados. Se trata de los 695 042 votos que, según el cómputo oficial de la Comisión Federal Electoral, fueron anulados, y de los 14 333 votos que esa misma autoridad computó finalmente a favor de candidatos no registrados. Si esos votos efectivamente emitidos y oficialmente computados se incorporan al total de la votación emitida sobre el cual se calcula el porcentaje obtenido por cada candidato, resulta que Salinas de Gortari logró su triunfo con el 48.74% de la votación emitida.
Referencias
Cantú, G. M. (2015). Gobierno de Miguel de la Madrid
Hurtado. En Historia de México, legado historico y pasado reciente
(págs. 352-353). México: PEARSON.
Corral, J. (2015). Vota
por el PRI. Obtenido de PRI:
https://blogger.googleusercontent.com/img/proxy/AVvXsEgjervHc3Yac9Y6PYSQhHfj4kIG-ftJJRyegoYQ0_eN4xovydfDmIcZeGI0Ux59rWbn5RGui-7abpJwalYjBE4xckEHXLY4HWTKFgRiVUSBOdqGSLdGB-bHkXN75shJJUl-D9pWDNTpAkiRiHkDZGDJd22Q0VePqCtKstO1dTo=
Montoya, I. C. (2011). Estudio
de historia moderna y contemporanea. Obtenido de LAS ELECCIONES DE 1988:
http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc23/286.html
Panorama Cultural. (sin
fecha de publicacion ). ¿que es la oposicion politica? Obtenido de
busqueda de google:
https://panoramacultural.com.co/images/OposicionPolitica-2017.jpg
Revista Mexicana de
Opinión Pública. (2012). Elecciones de 1988 en méxico: crisis del
autoritarismo. Obtenido de elsevier:
https://www.elsevier.es/es-revista-revista-mexicana-opinion-publica-109-articulo-elecciones-1988-mexico-crisis-del-S1870730014709044
Comentarios
Publicar un comentario